Enero de 2022
De la furia y la tristeza
En un reino encantado donde los hombres
nunca pueden llegar, a donde quizás los hombres transitan eternamente sin darse
cuenta…
En un reino mágico, donde las cosas no
tangibles se vuelven concretas…
Había una vez… un estanque maravilloso. Era una laguna de
agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores que existen y
donde todas las tonalidades del verde se reflejan siempre.
Hasta ese estante mágico y transparente se
acercaron a bañarse haciéndose compañía
mutua, la tristeza y la furia. Se quitaron
sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la
furia), urgida sin saber por qué, se
bañó con rapidez y… “más rápido que
ligero” salió del agua… pero la furia es ciega o por lo menos, no
distingue con claridad la realidad, así que, desnuda y apresurada se
vistió al salir con la primera ropa que
encontró.
¡Y sucedió que esa ropa no era la suya… era
la ropa de la tristeza. Y así vestida de tristeza, se fue la furia.
Calmada y serena, dispuesta, como siempre a
quedarse en el luigar donde esté, la tristeza terminó su baño y sin apuro (o
sin conciencia del paso del tiempo)… con pereza y lentitud, salió del estanque.
En la orilla no encontró su ropa.
Como sabemos, si hay algo que a la tristeza
no le gusta es quedar al desnudo. Por lo tanto se puso la ropa que estaba allí:
la de la furia.
Desde entonces, cuando nos encontramos con
la furia (ciega, cruel, terrible y enfadada), si nos tomamos el tiempo y
observamos bien, nos daremos cuenta de que esa furia que vemos es sólo un
disfraz, porque detrás de la furia en realidad… está escondida la tristeza.
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