domingo, 10 de marzo de 2019

Luis R. Sánchez ¡Yo amo a Mafalda!

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miércoles, 5 de enero de 2005

El Nuevo DÍA
                                                                         

                                    Luis Rafael Sánchez (escritor)



                                       ¡Yo amo a Mafalda!
  
      Cuando Ediciones de la flor se interesó en publicar “La guaracha del Macho Camacho” quise manosear otros libros del mismo sello para indagar sobre la familia de la que podríaser parte. Visité la librería por excelencia de entonces, la Hispanoamericana. 

Ubicaba donde ahora ubica la Librería Mágica. Que constituye, junto a La Tertulia, la 
Cultural, la Edil, la Universitas, la Interbooks y la Econolibros un oasis riopedrense de palabras con ton y son.
   
    Regentaba la Hispanoamericana su dueño. El argentino Juan Galaher, a quien la literatura entusiasmaba, de verdad. El entusiasmo se traducía en el conocimiento vasto de los libros en almacén, de las novedades editoriales en oferta, de las predilecciones temerarias de cada parroquiano. No extrañará saber que su persona y librería convocaban, en número profuso, a maestros y estudiantes, escritores y el público sin más etiqueta que la honrosa de público lector.  La visita dio fruto. En la Hispanoamericana di con dos novelas publicadas por Ediciones  de la Flor.  Una se titulaba “Barrio de Broncas” del peruano José Antonio Bravo, la otra, “Breve historia de todas las cosas” del colombiano Marco Antonio Aguilera Garramuño. Compré y leí ambas de inmediato. 

  Después, porque al recuerdo le sientan las acrobacias, recordé estar en posesión de “Paradiso”, la novela que desbordó mi entusiasmo por el cubano Lezama Lima y que publicó también, De la Flor. Hoy dichos tres ejemplares  respiran unos aires nuevos en  la Universidad de Humacao, institución a la que acabo de regalar mis dos bibliotecas, la profesional y la personal.
  
     Huelga decir que aprové la familia eventual. La aprobación se disparó hacia el entusiasmo cuando, pasados unos días, caí en la cuenta de que Ediciones de la Flor publicaba las tirillas cómicas de Mafalda. Se trataba de mi personaje  caricatural favorito, seguido de cerca por la Pequeña Lulú, Pancho y Ramona, Cándido, Boneto el del Arca, Don Fulgencio, el Hombre Que No Tuvo Infancia y otra gente de  factura imaginaria que me acompañó desde niño, con más paciencia y entendederas que la gente real. Estando de por medio una mujercita tan conspicua como Mafalda quedaba patente la audacia de Ediciones de La Flor. Por otro lado, el gran filósofo norteamericano, David Dwigth Eisenhower sentenció – Lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos de Norteamérica. Refraseando al gran  filósofo norteamericano repetí, en voz para nada baja- Lo que es bueno para Mafalda es bueno para mí.

     Vienen a cuento unas cuantas preguntas. ¿Por qué amé a Mafalda desde cuando transcurría el segundo acto de mi vida? ¿Por qué la sigo amando ahora cuando transcurre el tercer acto de la misma? ¿Por qué entonces y ahora disfruto, hasta la sonrisa secarse, las observaciones de tan entrañable piojo? Sobrarían las  contestaciones. El amor no es reducible a aritmética, pese a que los dólares amenizan ciertos sainetes representados al sur del ombligo. Aún asٕí, debo proceder a acopiar dos o tres  contestaciones, cosa de cuadrar el caso, según diría uno de esos inolvidables abogados bayoyeros, partidarios del vino Lambrusco y de la sopa de fideo y salchichón.
   
     Amo a Mafalda porque amo su nombre con sabor a extrañeza, no obstante los diccionarios de santos registrar una Santa Mafalda, cuya festividad se celebra el día dos de mayo. La amo porque en sus vísceras se asienta un semillero de opiniones anticonvencionales, producto de una rebeldía precoz y útil, rebeldía ajena a la incivilidad y la malacrianza. También porque en su contorno infantil escasean las hadas aéreas y los príncipes azules, pero abundan otras fantasías más increٕíbles como la fantasía suprema en que consiste la justicia humana. Amo a Mafalda porque su humor opera como un paradigma de brutal esperanza y silvestre optimismo. Y porque considero la inteligencia 
el afrodisíaco cumbre. Y Mafalda, tan fea como tan franca, es inteligente plus.
  
    Por encima de otras razones, la amo porque, como a todo niño, la insatisfacen las satisfacciones en que se regodean los adultos. Si la adultez es simulación, la niñez es franqueza, Si la adultez contemporiza, la niñez, intransige. Si la adultez se refugia en 
el conformismo, la niñez se refugia en el desafío.Convengamos que Mafalda es franqueza, intransigencia, desafío.

 P.D.: Aspiro a que Mafalda se sepa la más idolatrada de las tirillas cómicas de 

cabecera. De modo que la llevaría a la playa de Acapulco a acariciar las estrellitas


 con sus manitas. Si hubiera mariachi a la vista pediría le cantaran, con un fondo 


majestuoso de violines y guitarrones, una canción que dijera Mafalda bonita, 


Mafalda del alma.