Revisado enero de 2022
miércoles, 5 de enero de 2005
El Nuevo DÍA
Luis Rafael Sánchez (escritor)
¡Yo amo a Mafalda!
Cuando Ediciones
de la flor se interesó en publicar “La guaracha del Macho Camacho” quise manosear otros libros del mismo sello para indagar sobre la familia de la que
podríaser parte. Visité la librería por excelencia de entonces, la
Hispanoamericana.
Ubicaba donde ahora ubica la Librería Mágica. Que constituye, junto a La Tertulia, la Cultural, la Edil, la Universitas, la Interbooks y la Econolibros un oasis riopedrense de palabras con ton y son.
Ubicaba donde ahora ubica la Librería Mágica. Que constituye, junto a La Tertulia, la Cultural, la Edil, la Universitas, la Interbooks y la Econolibros un oasis riopedrense de palabras con ton y son.
Regentaba
la Hispanoamericana su dueño. El argentino Juan Galaher, a quien la literatura
entusiasmaba, de verdad. El entusiasmo se traducía en el conocimiento vasto de
los libros en almacén, de las novedades editoriales en oferta, de las
predilecciones temerarias de cada parroquiano. No extrañará saber que su persona y librería convocaban, en número profuso, a maestros y estudiantes,
escritores y el público sin más etiqueta que la honrosa de público lector. La visita
dio fruto. En la Hispanoamericana di con dos novelas publicadas por Ediciones de la Flor. Una se titulaba “Barrio de Broncas” del peruano José Antonio Bravo, la
otra, “Breve historia de todas las cosas” del colombiano Marco Antonio Aguilera
Garramuño. Compré y leí ambas de inmediato.
Después, porque al recuerdo le
sientan las acrobacias, recordé estar en posesión de “Paradiso”, la novela que desbordó mi entusiasmo
por el cubano Lezama Lima y que publicó también, De la Flor. Hoy dichos tres
ejemplares respiran unos aires nuevos
en la Universidad de Humacao,
institución a la que acabo de regalar mis dos bibliotecas, la profesional y la
personal.
Huelga decir
que aprové la familia eventual. La aprobación se disparó hacia el entusiasmo
cuando, pasados unos días, caí en la cuenta de que Ediciones de la Flor
publicaba las tirillas cómicas de Mafalda. Se trataba de mi personaje caricatural favorito, seguido de cerca por la
Pequeña Lulú, Pancho y Ramona, Cándido, Boneto el del Arca, Don Fulgencio, el
Hombre Que No Tuvo Infancia y otra gente de
factura imaginaria que me acompañó desde niño, con más paciencia y
entendederas que la gente real. Estando de
por medio una mujercita tan conspicua como Mafalda quedaba patente la audacia
de Ediciones de La Flor. Por otro lado, el gran filósofo norteamericano, David
Dwigth Eisenhower sentenció – Lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos de Norteamérica. Refraseando al gran filósofo
norteamericano repetí,
en
voz para nada baja- Lo que es bueno para Mafalda es bueno para mí.
Vienen a
cuento unas cuantas preguntas. ¿Por qué amé a Mafalda desde cuando transcurría el
segundo acto de mi vida? ¿Por qué la sigo amando ahora cuando transcurre el
tercer acto de la misma? ¿Por qué entonces y ahora disfruto, hasta la sonrisa
secarse, las observaciones de tan entrañable piojo? Sobrarían
las contestaciones. El amor no es reducible a aritmética, pese a que los dólares amenizan ciertos sainetes
representados al sur del ombligo. Aún asٕí, debo proceder a acopiar dos o
tres contestaciones, cosa de cuadrar el caso, según diría uno de esos inolvidables abogados bayoyeros, partidarios del
vino Lambrusco y de la sopa de fideo y salchichón.
Amo a
Mafalda porque amo su nombre con sabor a extrañeza, no obstante los diccionarios de santos registrar una Santa Mafalda, cuya festividad se celebra
el día dos de mayo. La amo porque en sus vísceras se asienta un semillero de opiniones anticonvencionales, producto de una rebeldía precoz y útil, rebeldía
ajena a la incivilidad y la malacrianza. También porque en su contorno infantil
escasean las hadas aéreas y los príncipes azules, pero abundan otras fantasías
más increٕíbles como la fantasía suprema en que consiste la justicia humana.
Amo a Mafalda porque su humor opera como un paradigma de brutal esperanza y
silvestre optimismo. Y porque considero la inteligencia
el afrodisíaco cumbre.
Y Mafalda, tan fea como tan franca, es inteligente plus.
Por encima
de otras razones, la amo porque, como a todo niño, la insatisfacen las satisfacciones en que se regodean los adultos. Si la adultez es simulación, la
niñez es franqueza, Si la adultez contemporiza, la niñez, intransige. Si la
adultez se refugia en
el conformismo, la niñez se refugia en el desafío.Convengamos que Mafalda es franqueza, intransigencia, desafío.
el conformismo, la niñez se refugia en el desafío.Convengamos que Mafalda es franqueza, intransigencia, desafío.
P.D.: Aspiro
a que Mafalda se sepa la más idolatrada de las tirillas cómicas de
cabecera. De modo que la llevaría a la playa de Acapulco a acariciar las estrellitas
con sus manitas. Si hubiera mariachi a la vista pediría le cantaran, con un fondo
majestuoso de violines y guitarrones, una canción que dijera Mafalda bonita,
Mafalda del alma.
cabecera. De modo que la llevaría a la playa de Acapulco a acariciar las estrellitas
con sus manitas. Si hubiera mariachi a la vista pediría le cantaran, con un fondo
majestuoso de violines y guitarrones, una canción que dijera Mafalda bonita,
Mafalda del alma.
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