Revisado enero de 2022
Carta a Bush de Gabriel García Márquez
¿Cómo se vive por un día en tu propia casa la
incertidumbre de lo que va a pasar? ¿Cómo se sale del estado de shock? En
estado de shock caminaban el 6 de agosto de 1945 los sobrevivientes de
Hiroshima. Nada quedaba en pie en la ciudad luego que el artillero
norteamericano del Enola Gay dejara caer la bomba. En pocos segundos habían
muerto 80.000 hombres mujeres y niños. Otros 250.000 morirían en los años
siguientes a causa de las radiaciones. Pero esa era una guerra lejana y ni siquiera
existía la televisión. ¿Cómo morirían en los años siguientes a causa de las
radiaciones? Pero esa era una guerra lejana y ni siquiera existía la
televisión. ¿Cómo se siente hoy el horror cuando las terribles imágenes de la
televisión te dicen que lo ocurrido el fatídico 11 de septiembre no pasó en una
tierra lejana sino en tu propia patria? Otro 11 de septiembre, pero de 28 años
atrás, había muerto un presidente de nombre Salvador Allende resistiendo un
golpe de Estado que tus gobernantes habían planeado. También fueron tiempos de
horror, pero eso pasaba muy lejos de tu frontera, en una ignota “republiqueta”
sudamericana. Las “republiquetas” estaban en tu patio trasero y nunca te
preocupaste mucho cuando tus marines salían a sangre y fuego a imponer sus
puntos de vista.
¿Sabías que entre 1824 y 1994 tu país llevó a
cabo 73 invasiones a países de América Latina? Las víctimas fueron Puerto Rico,
México, Nicaragua, Panamá, Haití, Colombia, Cuba, Honduras, República
Dominicana, Islas Vírgenes, El Salvador, Guatemala y Granada. Hace casi un
siglo que tus gobernantes están en guerra. Desde el comienzo del siglo XX, casi no hubo una guerra en el
mundo en que la gente de tu Pentágono no hubiera participado. Claro, las bombas
siempre explotaron fuera de tu territorio, con excepción de Pearl Harbor cuando
la aviación japonesa bombardeó la Séptima Flota en 1941. Pero siempre el horror estuvo lejos. Cuando las Torres Gemelas se vinieron abajo en
medio del polvo, cuando viste las imágenes por televisión o escuchaste los
gritos porque estabas esa mañana en Manhattan, ¿pensaste por un segundo en lo
que sintieron los campesinos de Vietnam durante muchos años? En
Manhattan, la gente caía desde las alturas de los rascacielos como trágicas marionetas. En Vietnam, la gente daba alaridos porque el napalm seguía quemando la carne por mucho tiempo y la muerte era espantosa, tanto como las de quienes caían en un salto desesperado al vacío. Tu aviación no dejó una fábrica en pie ni un puente sin destruir en Yugoslavia. En Irak fueron 500.000 los muertos. Medio millón de almas se llevó la Operación Tormenta del Desierto... ¿Cuánta gente desangrada en lugares tan exóticos y lejanos como Vietnam, Irak, Irán, Afganistán, Libia, Angola, Somalia, Congo, Nicaragua, República Dominicana, Camboya, Yugoslavia, Sudán, y una lista interminable? En todos esos lugares los proyectiles habían sido fabricados en factorías de tu país, y eran apuntados por tus muchachos, por gente pagada por tu Departamento de Estado, y solo para que tu pudieras seguir gozando de la forma de vida americana. Hace casi un siglo que tu país está en guerra con todo el mundo. Curiosamente, tus gobernantes lanzan los jinetes del Apocalipsis en nombre de la libertad y de la democracia. Pero debes saber que para muchos pueblos del mundo (en este planeta donde cada día mueren 24.000 pobladores por hambre o enfermedades curables), Estados Unidos no representa la libertad, sino un enemigo lejano y terrible que sólo siembra guerra, hambre, miedo y destrucción. Siempre han sido conflictos bélicos lejanos para ti, pero para quienes viven allá es una dolorosa realidad cercana una guerra donde los edificios se desploman bajo las bombas y donde esa gente encuentra una muerte horrible. Y las víctimas han sido, en el 90 por ciento, civiles, mujeres, ancianos, niños (efectos colaterales).
Manhattan, la gente caía desde las alturas de los rascacielos como trágicas marionetas. En Vietnam, la gente daba alaridos porque el napalm seguía quemando la carne por mucho tiempo y la muerte era espantosa, tanto como las de quienes caían en un salto desesperado al vacío. Tu aviación no dejó una fábrica en pie ni un puente sin destruir en Yugoslavia. En Irak fueron 500.000 los muertos. Medio millón de almas se llevó la Operación Tormenta del Desierto... ¿Cuánta gente desangrada en lugares tan exóticos y lejanos como Vietnam, Irak, Irán, Afganistán, Libia, Angola, Somalia, Congo, Nicaragua, República Dominicana, Camboya, Yugoslavia, Sudán, y una lista interminable? En todos esos lugares los proyectiles habían sido fabricados en factorías de tu país, y eran apuntados por tus muchachos, por gente pagada por tu Departamento de Estado, y solo para que tu pudieras seguir gozando de la forma de vida americana. Hace casi un siglo que tu país está en guerra con todo el mundo. Curiosamente, tus gobernantes lanzan los jinetes del Apocalipsis en nombre de la libertad y de la democracia. Pero debes saber que para muchos pueblos del mundo (en este planeta donde cada día mueren 24.000 pobladores por hambre o enfermedades curables), Estados Unidos no representa la libertad, sino un enemigo lejano y terrible que sólo siembra guerra, hambre, miedo y destrucción. Siempre han sido conflictos bélicos lejanos para ti, pero para quienes viven allá es una dolorosa realidad cercana una guerra donde los edificios se desploman bajo las bombas y donde esa gente encuentra una muerte horrible. Y las víctimas han sido, en el 90 por ciento, civiles, mujeres, ancianos, niños (efectos colaterales).
¿Qué se siente cuando el horror golpea a tu
puerta aunque sea por un solo día? ¿Qué se piensa cuando las víctimas en Nueva
York son secretarias, operadores de bolsa o empleados de limpieza que pagaban
puntualmente sus impuestos y nunca mataron una mosca? ¿Cómo se siente el miedo?
¿Cómo se siente, yanqui, saber que la larga guerra finalmente el 11 de
septiembre llegó a tu casa?
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