lunes, 14 de enero de 2013

Escrito a mano- G. J. Etcheverry

Revisado febrero de 2020


 Escrito a mano- por Guillermo Jaim Etcheverry

   ¿Cuánto hace que no experimentamos el placer de recibir una carta manuscrita en
 letra cursiva? La caligrafía es una habilidad humana en rápida extinción, porque
ya casi no se enseña en las escuelas.
   En Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan
 la grafía. En Franciatambién se considera que no se debe prescindir de esa
habilidad, pero allí el problema reside en queya no la dominan ni los maestros.
Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas
 inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad
de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los
 maestros e inciden en el desempeño escolar.
  En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una
a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía
de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea,
quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras.
  Por su parte, el escribir en letra de imprenta implica escindir lo que
se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir
su ritmo y su respiración.
   Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de
 nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario,
mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos
diferencia a unos de otros.
   Habría que educar a los niños desde la infancia en comprender que
 la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable.
Los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que
tiene la grafía de ser un lenguaje del alma que hace únicas
a las personas. Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado,
en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de emociones al
revelar la personalidad, el estado de ánimo.
  Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en
la homogeneización que posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque,
como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate,
la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla,
requisito que la computadora no sugiere.
   En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una
lentitud reflexiva. Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la
centralidad del tiempo. Un artículo reciente en la revista Time, titulado: Duelo por la muerte
de la escritura a mano, señala que es ése un arte perdido, ya que, aunque
los chicos lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje,
"nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más
rápidamente posible. Hemos abandonado la belleza por la velocidad,
la artesanía por la eficiencia.
   La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro
de un tiempo, no la podremos leer". Abriendo una tímida ventana a la individualidad,
aún firmamos a mano.
 Por poco tiempo...
 El autor es educador y ensayista

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