Escrito basado en publicación de “El Diario”, (Rafael
Barrett) el 24 de junio de 1905.
La cortesía
es una entrega auténtica, es ceder voluntariamente a otra persona parte de nuestro
poder, de nuestro placer y tal vez hasta de nuestra comodidad. Nos detenemos y
cedemos el paso a otra persona, pasa antes que nosotros. De poco nos servirá
ser las personas más cultas y correctas si estas cualidades no nos proporcionan
la sensación de bienestar y paz que obtenemos
al dar un poco de nosotros mismos.
La cortesía como herramienta importante en las
relaciones humanas. Ayuda en la eficacia de la comunicación y por ende la
relación de los individuos, mejorando así su calidad de vida.
Las actitudes corteses son testimonio de consideración,
respeto y aprecio por las otras personas con quienes compartimos. No significa
estar en una situación de inferioridad. A cualquier edad el trato cortés
facilita la convivencia y las buenas relaciones entre las personas.
Ser cortés ayuda a mostrar nuestra consideración
hacia otras personas. No importa la edad, raza, clase social ni estudios.
La cortesía es como el aceite, suaviza. Si bien
los brillantes se pulen al frotarse, las relaciones humanas pueden lacerarse si
se “frotan” (en realidad se “confrontan”). Debemos procurar evitar los
irritantes y estériles conflictos de la existencia diaria. No se debe
subestimar a la persona educada, de modales prudentes que procura entenderse con
los demás con palabras. Las palabras pueden provocar antipatía, desavenencias, odios
y hasta guerras si son dichas para imponer una conducta ordinaria, humillante o
acaparadora, avasallando al prójimo. Si
hacemos buen uso de las palabras, son maravillosas para invitar al prójimo de
forma respetuosa a entenderse, aunque difieran en asuntos de “enjundia” (parte
sustanciosa e importante de algo no material). La exageración se rebela en lo
que es: debilidad. Los bárbaros, incurables, dan gritos, puñetazos sobre paredes
o mesas para imponer su punto de vista e impresionar a sus semejantes. Pueden resolver de momento, porque someten y acobardan a quien quisiera tener una conversación, ser tomado en cuenta,
escuchar y ser escuchado. Solo en ese momento. Porque ese tipo de agresión
verbal no funciona, no es un lazo para entendernos, es caldo de cultivo para
otras agresiones. Provoca ansiedad y actitud defensiva en su interlocutor. Es
lo opuesto a la cortesía. El antónimo de “suave” es áspero, brusco.
“Si delante
del enemigo la cortesía es heroica, delante de una mujer es deliciosa y sublime
delante de la muerte. Al caer Metz en las garras de Moltke[1] se encontraron los heridos
de Canrobert y de Leboeuf casi sin cloroformo. Los alemanes no quisieron darlo.
Cuenta un cirujano francés que los oficiales moribundos rehusaban su parte del
anestésico, para ofrecerla a compañeros de armas que hubieran de soportar
operaciones más dolorosas. A ese grado la cortesía transfigura la carne y reina
sobre la fatalidad.”
“Vive y vivirá
un libro sagrado, El Quijote, que es
la epopeya de la cortesía. Las aventuras imaginadas por el mendigo español nos
enseñan a no concebir empresa noble que no sea cortés ni grosería que no sea insignificante.”[2]
[1] Se refiere a la
Batalla franco prusiana del 1- 3 de septiembre de 1870
[2] Estos
dos últimos párrafos son copias exactas del 1905
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