domingo, 19 de abril de 2020

Doña Loida Figueroa Mercado

Revisado enero 2022
    

Agustín Figueroa y Emeteria Mercado fueron los padres de Loida Figueroa. Loida

 nació el 6 de  octubre de 1917 en el Callejón de la Amargura, barrio Pueblo Norte 

de Yauco, Puerto Rico. Agustín Figueroa, su padre, mulato, trabajaba en las fincas

 de café  y caña de la zona. Su madre, Emeteria, era negra, empleada doméstisca

 (“sirvienta”) en casas particulares, no sabía leer ni escribir…pero sí tenía una 

“hija de crianza”, Sonia Vélez. En ese hogar pobre, el padre conseguía periódicos 

desechados y libros prestados para leerle a su compañera y a sus hijos. En la iglesia 

protestante a la que todos asistían, conocieron la música,  de la que nunca se separó 

Loida ni sus hermanos.
     
     Sus estudios primarios  fueron en  la Escuela Elemental de Yauco. Al graduarse de

 octavo grado en 1931, la maestra preguntó a sus estudiantes quiénes proseguirían 

estudios en la Escuela Superior y ella levantó la mano. Esto motivó la burla de sus

 compañeros, quienes le dijeron que jamás podría seguir estudiando porque

 “ella era pobre”. Su sueño era terminar la Escuela Superior para después estudiar 

enfermería.
    
      Su padre enfermó gravemente (después se supo que padecía cáncer en el 

sistema linfático) y no podía trabajar. Loida, que tenía trece años, abandonó la

 escuela y se fue a trabajar en un taller donde cosía y bordaba pañuelos. Así ayudó

 a su madre que con su trabajo de empleada doméstica no podía mantener esposo

 e hijos. Su hermano mayor, Juan, emigró a Nueva York para trabajar y ayudar a 

sus padres y hermanas. El deseo más grande del padre era que sus niñas estudiaran 

y su pena mayor fue ver que por su enfermedad ese propósito estaba cada vez

 más lejano. Cuando Loida tenía quince años tuvo la dolorosa encomienda de

 firmar los papeles para ingresar a su padre en la cárcel porque se había tornado 

muy violento debido a  los dolores que sufría por su enfermedad. Madre e

 hija trabajaban de día en el taller y de noche bordaban los pañuelos que 

 se llevaban a la casa. Además, cuidaban y llevaban a diario comida al padre.

   Loida (Loída, le decían en su barrio) seguía insistiendo que quería

estudiar la Escuela Superior y en el 1933 lo logró.  Continuó  trabajando 

 bordando  pañuelos, de noche en su casa. 

  Cuando su novio se graduó de cuarto año, el orador de la Clase Graduanda  

fue el Rector de la Universidad de Puerto Rico y les habló del beneficio de

 estudiar una carrera universitaria. Esa fue una luz que abrió sus ojos a otra 

carrera y dejó atrás sus deseos de ser enfermera; estudiaría Bachillerato, luego

 Maestría y después Doctorado: sería maestra. Sus padres respaldaban los

planes de su hija, no la desalentaban,  solo se preguntaban cómo podrían

 ayudar a que realizara sus sueños.
   
    En su último año de la Escuela Superior se acogió al programa de extensión 

donde estudiaba por su cuenta y después hacía los exámenes en la escuela; de

 esta forma, podía seguir trabajando a tiempo completo en el taller. En el 1936 

se graduó de Escuela Superior en Yauco y obtuvo el segundo lugar de honor

 de su clase. Por su promedio obtuvo una media beca para estudiar en el

Instituto Politécnico de San Germán (hoy, Universidad Interamericana). 

Ese mismo año, su padre murió en la cárcel.  Loida contrajo matrimonio y se 

puso de acuerdo con su esposo: ella estudiaría y luego lo haría él. Tuvo  

un impedimento en la Universidad: las mujeres casadas no se admitían.  Logró 

ser aceptada como estudiante interna y hospedarse en el Dormitorio de Señoritas 

de la Institución. Para poder completar el costo de los estudios y mantenerse,

 trabajó como cuidadora de los niños de los profesores, servía comidas en el

 comedor y  fregaba “los trastes”. Daba tutorías a estudiantes, fue asistente

de oficina y  ayudaba en la granja avícola (allí comenzó a caérsele el pelo)

 y  realizaba cualquier trabajo que le ayudara a mantenerse estudiando. En ese

 tiempo también, Loida comenzó a afinar su vocación de poeta, afición que tenía

 desde pequeña, aprendió a tocar piano y estudió francés. Asumió su 

responsabilidad de ser una mujer negra y vivir orgullosa de serlo. Desarrolló 

las inquietudes políticas que tenía sobre su país y comprendió que su 

meta mayor sería luchar por la Independencia de su Patria. Quedó embarazada 

de su primer hija, Eunice (los administradores de la universidad querían que 

abandonara el campus). Loida peleó su derecho a ser estudiante y aunque perdió 

un semestre, se graduó con su grupo en 1941, con el más alto honor 

(Magna Cum Laude).

    Poco tiempo después se divorció de su esposo. En aquella época el 

divorcio no era bien visto, pero Loida siguió adelante, sin hacer caso a las

 críticas, con sus metas  bien trazadas. Su primer destino  de trabajo fue 

 en Fajardo, donde enseñó inglés. Por la lejanía de su casa, donde su madre y 

hermanas cuidaban a su hija, pidió un cambio de escuela y fue trasladada a

Guánica. Trabajó en todos los niveles escolares en ese pueblo. Allí conoció a 

su segundo esposo y tuvo dos hijas, Toñita y Rebeca. En 1947 publicó 

su poemario Acridulce, poemas de corte romántico, donde descubría al mundo 

lo que para ella era el amor. La familia de su esposo, por prejuicios raciales,

nunca aceptó ese matrimonio, lo convenció de que se fuese a Nueva York. Se

divorciaron en 1950.

       Loida se fue  a estudiar la Maestría en Artes en la Universidad de

 Columbia en Nueva York.  Su familia se hizo cargo de las niñas y su hermano 

que vivía en esa ciudad la acogió en su hogar. Obtuvo el grado en el 1952. Regresó 

a Guánica y trabajó en la Escuela Superior, impartiendo cursos de Historia de 

Puerto Rico y Francés. Hizo su ingreso al Partido Independentista Puertorriqueño,

 donde participó activamente en defensa de su ideal. Comenzó a visitar

 religiosamente el pueblo de Lares cada 23 de septiembre, acompañada 

de sus hijas. En el 1954 se volvió a casar.  Tuvo su cuarta hija, Avaris. 

Con el nacimiento de su hija, su esposo empezó  a  despreciar las otras

 hijas de Loida y  ella, como madre incondicional que era, dio fin al

matrimonio en el 1956, año en que nació Avaris. Con su ingreso al 

PIP y su lucha activa por la Independencia, Loida y su familia fueron 

hostigadas por la Policía de Puerto Rico. Era vigilada día y noche, 

indisponiéndola con los vecinos y amedrentando sus hijas. Loida  les explicó la 

la injusticia de la situación y de cómo debían lidiar con el hostigamiento 

del gobierno, su lucha era la que esperaba que fuera la de sus hijas en el

 futuro. Era a lo más digno que podía aspirar el ser humano (la libertad), 

que no temieran. Que la historia, en su tiempo, le pondría el único nombre 

que se merecían, "sicarios".

    Solicitó una plaza de profesora en el Colegio de Agricultura y Artes 

Mecánicas (CAAM), la consiguió y comenzó a laborar en la Facultad de 

Ciencias Sociales en agosto de 1957.  En Mayagüez se integró al Comité 

del PIP y junto con las actividades políticas, también dirigía la

Masa Coral de la Segunda Iglesia Presbiteriana de Balboa. Los sábados 

impartía clases a maestros y adultos en el programa de extramuros del CAAM. 

En la lucha libertaria conoció a Rafael Cancel Rodríguez, Santiago Mari, 

Lidia Barreto y Juan Mari Brás. Además de la gran amistad que los unió, 

deseaban cambios en la plataforma política del PIP. El inmovilismo del

PIP no dejó pasar las nuevas ideas y en el 1959 fundaron el Movimiento

 Pro Independencia (MPI). Este movimiento desarrolló una campaña más 

combativa que el PIP y de crítica abierta al gobierno. Su plataforma se dirigía

 a una sociedad justa para todos los puertorriqueños.

     Loida decía que "todas las cosas llegaban por sus pasos" y paso a paso siguió

las metas que había soñado desde niña.  Sus miras estaban puestas en lograr el

 doctorado y en publicar una novela que había escrito en el 1947. Pidió una 

sabática para estudios al CAAM, vendió su casa y con sus sueños e hijas 

a cuestas, partió para España el verano de 1960. Además de culminar sus estudios,

 quería que sus hijas viajaran y conocieran otras culturas, así, ampliarían 

sus horizontes intelectuales. Esa experiencia fue enriquecedora para ellas

porque visitaron muchos lugares y participaron del sistema educativo

 español, distinto al puertorriqueño. En 1961 publicó su novela Arenales,

 cuyo marco histórico se localiza en el barrio Guaypao de Ensenada, Guánica,

 aunque tiene otro nombre. En 1963, obtuvo el grado de Doctora en Filosofía

 y Letras en la Universidad Central de Madrid, con notas sobresalientes y su tesis

 tuvo mención a premio. Este trabajo se tituló Puerto Rico ante la oferta de

 leyes especiales por España 1808-1887.

   De vuelta a Puerto Rico se reintegró a su cátedra de historia en el CAAM y 

a sus luchas patrióticas. Participó en las luchas estudiantiles y siempre fue 

solidaria con los estudiantes. Nunca se escondió para darle su apoyo a las causas

 estudiantiles. Fue presionada de diferentes formas por la administración colegial, 

sin resultados. Decía que “del árbol que estaba hecha Loida nadie podría hacer tablas”.

   En el 1968 publicó Breve Historia de Puerto Rico: Desde sus comienzos 

hasta 1800. El tomo II de la Breve Historia de Puerto Rico fue publicado en el 1969.

       Regresó a España para hacer otras investigaciones y aunque tuvo que regresar

 en noviembre de1970 ante la enfermedad y muerte de su madre, de vuelta a Sevilla, 

completó su agenda en el Archivo de Indias. También escribió artículos en periódicos 

y revistas a nivel nacional y en los Estados Unidos. Una de sus mayores preocupaciones

 fue el futuro del idioma español en su país.

La gente conoce innumerables anécdotas sobre el modo en que corregía a las personas 

que introducían vocablos en inglés a su amada lengua. En una ocasión uno de sus nietos 

le preguntó cómo se decía “corn flakes” en inglés y eso le causó una gran tristeza,

se sintió asustada ante el futuro de la lengua español en Puerto Rico.
    
       Tres puntos claves: Lares, idioma y soberanía lo publicó en el 1972. Para este

 tiempo, el MPI visualizaba cambios en su estructura y se encaminaba a la formación de

 un partido socialista. Muchos de sus miembros velaron con recelo esa postura, pero 

Loida no. Acogió la idea férreamente y dio cátedra de lo que era, una mujer de 

ideas avanzadas y de un alto sentido de justicia para su pueblo. Publicó un articulo 

en la Revista del Instituto de Estudios Puertorriqueños del Brooklyn College,

 porque a ella le importaban los puertorriqueños que radicaban en Nueva York  

(no “neuyorricans”) y lo tituló “La cuestión del idioma en PuertoRico: una batalla

 inconclusa"


    En el 1973, la revista Atenea  publicó el artículo “Los abolicionistas de Puerto

 Rico”,    reconociendo las gestiones hechas por aquellas personas que lucharon por

 la liberación de los esclavos. Ese tema estaba muy cerca de su corazón,

ya que vivió el discrimen por el color de su piel y admiraba a los próceres 

que hicieron esfuerzos, tanto materiales como espirituales, para

terminar con la indignidad de la esclavitud. Nunca aceptó que le dijeran que 

era de color o trigueña, "porque de color era toda la raza humana” y que los 

únicos que no tenían color, por desgracia para su salud, eran los albinos.”

 Ella era “negra y a mucha honra y los que tenían que avergonzarse eran los 

blancos, porque hablan esclavizado a los negros”. Sobre el físico de los negros

 y en específico, su pelo, decía: "hay dos tipos de pelos, lacio y rizado, 

no existe el pelo malo, porque no había forma que el pelo de los negros hiciera 

alguna maldad contra nadie".  Demostraba su fino humor cuando investigaba las 

palabras que relacionaban  “lo negro” con lo malo y “lo blanco” con lo bueno.

     Se jubiló del “Colegio” en el 1974, pero no para descansar, sino para dedicarse a 

escribir a tiempo completo, viajar y ser profesora visitante en diferentes universidades

La Historiografía de Puerto Rico fue publicada en 1975. Formado ya el Partido

 Socialista Puertorriqueño, fue miembro de su Comité Central y candidata a 

alcaldesa de Mayagüez, en la únicas elecciones en que ese partido participó.

 Fue profesora del Brooklyn College de la Universidad de Columbia.

    En 1977 publicó la Breve Historia de Puerto Rico. Desde el crepúsculo 

del gobierno español hasta la antesala de la Ley Foraker 1892-1900. 

Tomo II, Segunda Parte. Sobre su “Breve Historia”, decía doña Loida: 

"Como que la Breve Historia” no me ha salido tan breve". Los años que 

más escribió fueron el 1978 y 1979; publicó Outline of Puerto Rican from 

the beginning to the 16th century (1978), Puerto Rico y los Estados Unidos de 

Norteamérica (1978); revisión de la traducción de su "Breve Historia de Puerto Rico", 

que se llamó History of Puerto Rico: from the beginning to the 1892 (1978), que 

se utilizó en varias universidades estadounidenses; y El caso de Puerto Rico a 

nivel internacional (1979), que trata de la lucha para que se incluya a Puerto Rico

 en la lista de las colonias y que las Naciones Unidas aceptase la  realidad.

  Viajaba frecuentemente a Cuba para estudiar los documentos históricos que

 revelaban la relación tan estrecha que ha existido entre esa nación y Puerto Rico. 

A mediados de los 80, conoció un historiador cubano, Emlio Godínez, reconocido 

estudioso de la vida de Ramón Emeterio Betances, y al pasar de los años, la 

colaboración entre escritores se convirtió en amistad y de la amistad al amor.  

Podían verse cuando Loida visitaba Cuba porque como Godínez pertenecía al 

Partido Comunista Cubano, nunca consiguió que el gobierno de los Estados Unidos 

lo autorizara a visitar Puerto Rico. Decidieron casarse y Loida dividiría su

 tiempo entre Puerto Rico y Cuba, pero pocos meses antes de la ceremonia, 

su compañero de amor y de historia, murió. Hasta el día de su muerte recordó 

a este hombre con quien compartió el estudio de la historia, su amor por la música, 

su compromiso con la Independencia de Puerto Rico y la felicidad de saberse 

amada sin condiciones.

   Le encantaba viajar, fue a China y caminó por su Muralla; visitó  Rusia y Europa 

en varias ocasiones. El ensayo “Hostos, el angustiado” fue publicado en el 1988 por 

el Comité Sesquicentenario de Eugenio María de Hostos. Representó a Puerto Rico 

en el Congreso Internacional de la Paz y asistió a las conferencias mundiales 

que se celebraron en Suiza, Hungría y Madagascar, en diferentes años. Fue profesora 

 en la Universidad de NuevaYork, la Universidad de Yale y la Universidad de Columbia.

 Perteneció a diversas agrupaciones como la de Mujeres Hostosianas, la Orden del

 Cafetal, el Nuevo Movimiento Independentista y a la Logia Mariana Bracetti

 desde 1958. Logró ser admitida en la Gran Logia Masónica del Gran

Oriente Nacional, reservada sólo para los hombres. En el 1991 publicó 

Andrés Figueroa Cordero (del anonimato al patriciado) y en 1995,  

Antecedentes, Fundación Gestión y Disolución del Partido Revolucionario Cubano y 

Puertorriqueño.

   Fue elegida como miembro de la Alta Cámara y Secretaría de Relaciones Exteriores 

en la Logia Masónica Gran Oriente Nacional. En el verano de 1996 viajó a Cuba 

como representante de la Logia, y allí fue galardonada con la Medalla de la 

Cultura Nacional, otorgada por el Ministerio de Cultura de ese país. La historiadora

 Josefina Cordero, cubana, comentó que doña Loida le dijo después de recibirla, 

"a mí, que nadie me impone nada, ahora me han impuesto una medalla". Esa 

medalla el gobierno cubano se la otorgó  reconociendo su valía intelectual, su

fidelidad a las aspiraciones índependentistas de Puerto Rico y su permanente 

solidaridad con la Revolución Cubana.

    Loida decía que iba vivir hasta los cien años… murió el 14 de diciembre de 

1996 a causa de un derrame cerebral.  Está enterrada en el Cementerio Los Cipreses 

en Bayamón. En el 2002 el Gobierno Municipal de Yauco, nombró “Loida Figueroa

 Mercado” el sector del barrio Pueblo Norte donde nació. Próximamente sus restos 

 mortales serán trasladados a Yauco, como ella deseaba.

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