Revisado enero 2022
    
Agustín Figueroa y Emeteria Mercado fueron los padres de
Loida Figueroa. Loida
 nació el 6 de  octubre de 1917 en el Callejón de la
Amargura, barrio Pueblo Norte 
de Yauco, Puerto Rico. Agustín Figueroa, su padre,
mulato, trabajaba en las fincas
 de café  y caña de la zona. Su madre, Emeteria,
era negra, empleada doméstisca
 (“sirvienta”) en casas particulares, no sabía
leer ni escribir…pero sí tenía una 
“hija de crianza”, Sonia Vélez. En ese hogar
pobre, el padre conseguía periódicos 
desechados y libros prestados para leerle
a su compañera y a sus hijos. En la iglesia 
protestante a la que todos
asistían, conocieron la música,  de la que
nunca se separó 
Loida ni sus hermanos.
     
     Sus estudios primarios  fueron en 
la Escuela Elemental de Yauco. Al graduarse de
 octavo grado
en 1931, la maestra preguntó a sus estudiantes quiénes proseguirían 
estudios en
la Escuela Superior y ella levantó la mano. Esto
motivó la burla de sus
 compañeros, quienes le dijeron
que jamás podría seguir estudiando porque
 “ella era pobre”. Su sueño era
terminar la Escuela Superior para después estudiar 
enfermería.
    
      Su padre enfermó gravemente (después se
supo que padecía cáncer en el 
sistema linfático) y no podía trabajar. Loida, que tenía trece
años, abandonó la
 escuela y se fue a trabajar en un
taller donde cosía y bordaba pañuelos. Así ayudó
 a su madre que con su trabajo
de empleada
doméstica no podía mantener esposo
 e hijos. Su hermano mayor, Juan, emigró a Nueva
York para trabajar y ayudar a 
sus padres y hermanas. El deseo más grande del
padre era que
sus niñas estudiaran 
y su pena mayor fue ver que por su enfermedad ese
propósito estaba cada
vez
 más lejano. Cuando Loida tenía quince años tuvo la dolorosa encomienda de
 firmar los papeles
para ingresar a su padre en la cárcel porque se había tornado 
muy violento
debido a  los
dolores que sufría por su enfermedad. Madre e
 hija trabajaban de día en el
taller y de noche
bordaban los pañuelos que 
 se llevaban a la casa. Además, cuidaban y llevaban a
diario comida
al padre.
   Loida (Loída, le decían en su barrio) seguía
insistiendo que quería
estudiar la Escuela Superior y
en el 1933 lo logró.  Continuó
 trabajando 
 bordando  pañuelos, de noche en su casa. 
  Cuando
su novio se graduó de cuarto año, el orador de la Clase Graduanda  
fue el Rector de la Universidad
de Puerto Rico y les habló del beneficio de
 estudiar una carrera universitaria.
Esa fue
una luz que abrió sus ojos a otra 
carrera y dejó atrás sus deseos de ser
enfermera; estudiaría Bachillerato,
luego
 Maestría y después Doctorado: sería maestra. Sus padres respaldaban los
planes
de su hija, no la desalentaban,  solo se
preguntaban cómo podrían
 ayudar a que realizara sus sueños.
    
    En su último año de la Escuela Superior se
acogió al programa de extensión 
donde estudiaba por
su cuenta y después hacía los exámenes en la escuela; de
 esta forma, podía
seguir trabajando a tiempo completo en el taller. En el 1936 
se graduó de Escuela Superior en Yauco
y obtuvo el segundo
lugar de honor
 de su clase. Por su promedio obtuvo una media beca para estudiar
en el
Instituto
Politécnico de San Germán (hoy, Universidad Interamericana). 
Ese mismo año, su padre
murió en la cárcel.  Loida contrajo matrimonio
y se 
puso de acuerdo con su esposo: ella estudiaría
y luego lo haría él. Tuvo  
un impedimento en la Universidad: las
mujeres casadas
no se admitían.  Logró 
ser aceptada como
estudiante interna y hospedarse en el Dormitorio de Señoritas 
de la
Institución. Para poder completar el costo de los estudios y mantenerse,
 trabajó como cuidadora de los niños de los profesores, servía comidas en el
 comedor y  fregaba “los trastes”. Daba
tutorías a estudiantes, fue asistente
de oficina y  ayudaba en la granja avícola (allí comenzó a caérsele el pelo)
 y  realizaba cualquier
trabajo que le ayudara a mantenerse estudiando. En ese
 tiempo también, Loida
comenzó a afinar su vocación de poeta, afición que tenía
 desde pequeña, aprendió a tocar piano y estudió francés. Asumió su 
responsabilidad de ser una
mujer negra y vivir orgullosa de serlo. Desarrolló 
las inquietudes políticas
que tenía sobre su país y comprendió que su 
meta mayor sería luchar por la
Independencia de su Patria. Quedó embarazada 
de su primer hija, Eunice (los
administradores de la universidad querían que 
abandonara el campus).
Loida peleó su derecho a ser estudiante y aunque perdió 
un semestre, se graduó
con su grupo en 1941, con el más alto honor 
(Magna Cum Laude).
    Poco tiempo después se divorció de su
esposo. En aquella época el 
divorcio no era bien visto, pero Loida siguió adelante, sin hacer
caso a las
 críticas, con sus metas  bien
trazadas. Su
primer destino  de trabajo fue 
 en Fajardo, donde enseñó inglés. Por la
lejanía de su casa, donde
su madre y 
hermanas cuidaban a su hija, pidió un cambio de escuela y fue
trasladada a
Guánica.
Trabajó en todos los niveles escolares en ese pueblo. Allí conoció a 
su segundo
esposo y
tuvo dos hijas, Toñita y Rebeca. En 1947 publicó 
su poemario Acridulce,
poemas de corte romántico,
donde descubría al mundo 
lo que para ella era el amor. La familia de su esposo,
por prejuicios
raciales,
nunca aceptó ese matrimonio, lo convenció de que se fuese a Nueva
York. Se
divorciaron
en 1950.
       Loida
se fue  a estudiar la Maestría en Artes
en la Universidad de
 Columbia en Nueva York.
 Su familia se hizo cargo de las niñas y su hermano 
que vivía en esa
ciudad la acogió en su hogar.
Obtuvo el grado en el 1952. Regresó 
a Guánica y trabajó en la Escuela Superior, impartiendo
cursos de Historia de 
Puerto Rico y Francés. Hizo su ingreso al Partido Independentista
Puertorriqueño,
 donde participó activamente en defensa de su ideal. Comenzó a visitar
 religiosamente el pueblo de Lares cada 23 de septiembre, acompañada 
de sus
hijas. En el 1954 se volvió a casar. 
Tuvo su cuarta hija, Avaris. 
Con el nacimiento de su hija, su esposo empezó  a 
despreciar las otras
 hijas de Loida y  ella, como madre incondicional que era,
dio fin al
matrimonio
en el 1956, año en que nació Avaris. Con su ingreso al 
PIP y su lucha activa
por la Independencia,
Loida y su familia fueron 
hostigadas por la Policía de Puerto Rico. Era
vigilada día
y noche, 
indisponiéndola con los vecinos y amedrentando sus hijas. Loida  les explicó la 
la injusticia de la situación y de cómo debían lidiar con el hostigamiento 
del gobierno, su lucha era
la que esperaba que fuera la de sus hijas en el
 futuro. Era a lo más digno que
podía aspirar el ser
humano (la libertad), 
que no temieran. Que la historia, en su tiempo, le
pondría el único nombre 
que se merecían, "sicarios".
    Solicitó una plaza de profesora en el
Colegio de Agricultura y Artes 
Mecánicas (CAAM), la consiguió y comenzó a
laborar en la Facultad de 
Ciencias Sociales en agosto de 1957.  En Mayagüez se integró al
Comité 
del PIP y junto con las actividades políticas, también dirigía la
Masa Coral de la Segunda
Iglesia Presbiteriana de Balboa. Los sábados 
impartía clases a maestros y adultos en el
programa de extramuros del CAAM. 
En la lucha libertaria conoció a Rafael Cancel Rodríguez,
Santiago Mari, 
Lidia Barreto y Juan Mari Brás. Además de la gran amistad que los unió, 
deseaban cambios en la plataforma política del PIP. El inmovilismo del
PIP no dejó pasar las
nuevas ideas y en el 1959 fundaron el Movimiento
 Pro Independencia (MPI). Este movimiento
desarrolló una campaña más 
combativa que el PIP y de crítica abierta al gobierno. Su plataforma
se dirigía
 a una sociedad justa para todos los puertorriqueños.
     Loida decía que "todas las cosas
llegaban por sus pasos" y paso a paso siguió
las metas que había soñado desde niña.  Sus miras estaban puestas en lograr el
 doctorado y en publicar una novela que había escrito en el 1947. Pidió una 
sabática para estudios al CAAM, vendió su casa y con sus
sueños e hijas 
a cuestas, partió para España el verano de 1960. Además de culminar sus
estudios,
 quería que sus hijas viajaran y conocieran otras culturas, así, ampliarían 
sus
horizontes intelectuales. Esa experiencia fue enriquecedora para ellas
porque visitaron muchos
lugares y participaron del sistema educativo
 español, distinto al puertorriqueño. En 1961
publicó su novela Arenales,
 cuyo marco
histórico se localiza en el barrio Guaypao de Ensenada, Guánica,
 aunque tiene
otro nombre. En 1963, obtuvo el grado de Doctora en Filosofía
 y Letras en la
Universidad Central de Madrid, con notas sobresalientes y su tesis
 tuvo mención
a premio. Este trabajo se tituló Puerto
Rico ante la oferta de
 leyes especiales por España 1808-1887.
   De vuelta a Puerto Rico se reintegró a su
cátedra de historia en el CAAM y 
a sus luchas patrióticas. Participó
en las luchas estudiantiles y siempre fue 
solidaria con los estudiantes. Nunca se escondió para
darle su apoyo a las causas
 estudiantiles. Fue presionada de diferentes formas por la
administración colegial, 
sin resultados. Decía que “del árbol que estaba hecha Loida nadie podría hacer
tablas”.
   En el 1968 publicó Breve Historia de Puerto Rico: Desde sus comienzos 
hasta 1800. El
tomo II de la Breve Historia de
Puerto Rico fue publicado en el 1969.
       Regresó a España para
hacer otras investigaciones y aunque tuvo que regresar
 en noviembre de1970 ante la enfermedad
y muerte de su madre, de vuelta a Sevilla, 
completó su agenda en el Archivo de Indias.
También escribió artículos en periódicos 
y revistas a nivel nacional y en los Estados Unidos. Una de
sus mayores preocupaciones
 fue el futuro del idioma español en su país.
La gente conoce
innumerables anécdotas sobre el modo en que corregía a las personas 
que introducían vocablos en inglés a su amada lengua. En una ocasión uno de sus
nietos 
le preguntó cómo se decía “corn flakes” en inglés y eso
le causó una gran tristeza,
se sintió asustada ante el futuro de la lengua
español en Puerto Rico.
    
       Tres
puntos claves: Lares, idioma y soberanía lo publicó en el 1972.
Para este
 tiempo, el MPI visualizaba cambios
en su estructura y se encaminaba a la formación de
 un partido socialista. Muchos de
sus miembros velaron con recelo esa postura, pero 
Loida no. Acogió la idea férreamente y dio
cátedra de lo que era, una mujer de 
ideas avanzadas y de un alto sentido de justicia para su pueblo.
Publicó un articulo 
en la Revista
del Instituto de Estudios Puertorriqueños del Brooklyn College,
 porque a ella le importaban los
puertorriqueños que radicaban en Nueva York
 
(no “neuyorricans”) y lo tituló “La
cuestión del idioma en PuertoRico: una batalla
 inconclusa"
    En el 1973, la revista Atenea  publicó el
artículo “Los abolicionistas de Puerto
 Rico”,    reconociendo las gestiones
hechas por aquellas personas que lucharon por
 la liberación de los esclavos.
Ese tema estaba muy cerca de su corazón,
ya que vivió el discrimen por el color de su piel y admiraba a los próceres 
que hicieron esfuerzos, tanto materiales como espirituales, para
terminar con la
indignidad de la esclavitud. Nunca aceptó que le dijeran que 
era de color o trigueña, "porque de
color era toda la raza humana” y que los 
únicos que no tenían color, por desgracia para su salud,
eran los albinos.”
 Ella era “negra y a mucha honra y los que tenían que avergonzarse eran los 
blancos, porque hablan esclavizado a los negros”. Sobre el físico de los negros
 y en específico,
su pelo, decía: "hay dos tipos de pelos, lacio y rizado, 
no existe el pelo
malo, porque no había forma que el pelo de los negros hiciera 
alguna maldad contra
nadie".  Demostraba su fino humor cuando investigaba las 
palabras que relacionaban  “lo negro” con lo malo y “lo blanco” con lo
bueno.
     Se jubiló del “Colegio” en el 1974, pero no
para descansar, sino para dedicarse a 
escribir a tiempo completo, viajar
y ser profesora visitante en diferentes universidades. 
La Historiografía de Puerto Rico fue publicada en 1975. Formado ya el Partido
 Socialista
Puertorriqueño, fue miembro de su Comité
Central y candidata a 
alcaldesa de Mayagüez, en la únicas elecciones en que ese partido
participó.
 Fue profesora del Brooklyn College de la Universidad de Columbia.
    En 1977 publicó la Breve Historia de Puerto Rico. Desde el crepúsculo 
del
gobierno español hasta la antesala de la Ley Foraker 1892-1900. 
Tomo II, Segunda
Parte. Sobre su “Breve Historia”,
decía doña Loida: 
"Como que la “Breve
Historia” no me ha salido tan breve". Los años que 
más
escribió fueron el 1978 y 1979; publicó Outline of Puerto Rican from 
the beginning to the 16th century (1978), Puerto
Rico y los Estados Unidos de 
Norteamérica (1978); revisión de la traducción de su "Breve Historia de Puerto Rico", 
que se llamó History of Puerto Rico: from the beginning to the 1892 (1978),
que 
se utilizó en varias universidades estadounidenses; y El caso de Puerto Rico a 
nivel
internacional (1979), que trata de la lucha para que se incluya a Puerto
Rico
 en la lista de las colonias y que las Naciones Unidas aceptase la  realidad.
  Viajaba frecuentemente a Cuba para estudiar
los documentos históricos que
 revelaban la relación tan estrecha que ha
existido entre esa nación y Puerto Rico. 
A mediados de los 80, conoció un historiador cubano, Emlio Godínez, reconocido 
estudioso de la vida de Ramón
Emeterio Betances, y al pasar de los años, la 
colaboración entre escritores se
convirtió en amistad y de la amistad al amor.  
Podían verse cuando Loida visitaba Cuba porque como Godínez pertenecía
al 
Partido Comunista Cubano, nunca consiguió que el gobierno de los
Estados Unidos 
lo autorizara a visitar Puerto Rico. Decidieron casarse y Loida dividiría su
 tiempo entre Puerto Rico y Cuba, pero pocos meses antes de
la ceremonia, 
su compañero de amor y de historia, murió. Hasta el día de su
muerte recordó 
a este hombre con quien compartió el estudio de la historia, su
amor por la música, 
su compromiso con la Independencia de Puerto Rico y la
felicidad de saberse 
amada sin condiciones.
   Le encantaba viajar, fue a China y caminó por su Muralla; visitó  Rusia y Europa 
en varias ocasiones. El ensayo “Hostos, el angustiado” fue publicado
en el 1988 por 
el Comité Sesquicentenario de
Eugenio María de Hostos. Representó a Puerto Rico 
en el Congreso Internacional de la Paz
y asistió a las conferencias mundiales 
que se celebraron en Suiza, Hungría y Madagascar, en
diferentes años. Fue profesora 
 en la Universidad de NuevaYork, la Universidad de
Yale y la Universidad de Columbia.
 Perteneció a diversas agrupaciones como la de Mujeres
Hostosianas, la Orden del
 Cafetal, el Nuevo Movimiento Independentista y a la Logia Mariana
Bracetti
 desde 1958. Logró ser admitida en la Gran Logia Masónica del Gran
Oriente Nacional,
reservada sólo para los hombres. En el 1991 publicó 
Andrés Figueroa Cordero (del anonimato al patriciado) y en 1995,  
Antecedentes,
Fundación Gestión y Disolución del Partido Revolucionario Cubano y 
Puertorriqueño.
 
 Fue
elegida como miembro de la Alta Cámara y Secretaría de Relaciones Exteriores 
en
la Logia Masónica Gran Oriente Nacional. En el verano de 1996 viajó a Cuba 
como representante de la Logia, y allí fue galardonada con la Medalla de la 
Cultura Nacional, otorgada por el Ministerio de Cultura de ese país. La
historiadora
 Josefina Cordero, cubana, comentó que doña Loida le dijo después
de recibirla, 
"a mí, que nadie me impone nada, ahora me han impuesto una
medalla". Esa 
medalla el gobierno cubano se la otorgó  reconociendo su valía intelectual, su 
fidelidad a las
aspiraciones índependentistas de Puerto Rico y su permanente 
solidaridad con la Revolución Cubana.
   
Loida decía que iba vivir hasta los cien años…
murió el 14 de diciembre de 
1996 a causa de un derrame
cerebral.  Está enterrada en el
Cementerio Los Cipreses 
en Bayamón. En el 2002 el Gobierno Municipal de
Yauco, nombró “Loida Figueroa
 Mercado” el sector del barrio Pueblo Norte donde nació.
Próximamente sus restos 
 mortales serán trasladados a Yauco, como ella deseaba.